CIUDADES LÍQUIDAS

García Herrera - Quincoces - Sánchez Zabaleta - Vidal

15.02.2018 - 27.03.2018

El sociólogo Zygmunt Bauman construyó la idea de «modernidad líquida» desde mediados del siglo XX. Esta categoría sociológica le sirve para definir la sociedad actual. El teórico enfatiza en la fugacidad y el cambio constante por encima de la permanencia y las estructuras sólidas de la tradición, la modernidad y la Historia. Esta tendencia al cambio incesante conduce a la inconsistencia de las relaciones humanas en todos sus ámbitos (el afectivo, el laboral, etc), y también a la inconsistencia y escasa perdurabilidad de los escenarios en los que dichas relaciones se producen: la ciudad. Así pues, según Bauman, la transitoriedad se erige como soberana tanto en la vida como en los espacios, generando una angustia existencial y una incertidumbre en la que los cambios son cada vez más rápidos, explotando así una realidad líquida.

Richard Sennett definía la ciudad como el “asentamiento humano en el que los extraños tienen probabilidades de conocerse”. Afín a las teorías de Bauman, se asimila la urbe contemporánea como un lugar donde todo fluye, cambia, se desborda y jamás mantiene su forma, un espacio en el que se desarrolla la sociedad hiperacelerada, repleta de variaciones constantes. Los elementos y los escenarios que conforman la ciudad como un todo, son desechados rápidamente para, después, ser sustituidos con gran celeridad y, en ocasiones, ser olvidados. Todo ello nos lleva a reflexionar sobre la idea y la posibilidad de la existencia de la ciudad líquida. Podemos concebir como tal las urbes que han dejado de atarse a una forma sólida o estática que las defina. Son aquellas que van diluyendo su identidad en un panorama globalizado.

De todas las partes de la ciudad líquida, destacamos los “no-lugares”, definidos por el antropólogo francés Marc Augé. Es una de las temáticas desarrolladas en la exposición. Se trata de lugares de tránsito y de flujo constante, lugares que son abandonados por los actores urbanos rápidamente y en los que, a duras penas, se da la interacción. Sin duda, esta categoría de espacio urbano invade y prolifera las ciudades de la contemporaneidad. El transporte público, las carreteras, los parkings, cualquier rincón marginal y de paso que conforma la urbe, los aeropuertos, las habitaciones de hotel,… son “no-lugares”. En ellos, la conexión entre extraños es prácticamente nula y, cuando se establece, casi siempre es puntual, simplificada y limitada, y se ejecuta de un modo artificial y mecánico. La fugacidad de la experiencia en estos espacios y el vacío de casi cualquier tipo de subjetividad, dotan a los “no-lugares” de impersonalidad, según Bauman, Augé y otros teóricos afines.

Otros lugares que aparecen en la muestra son las «otras ciudades» que conviven en la ciudad como todo. En este sentido, advertimos una interesante dedicación por relatar pequeñas historias de seres anónimos que conviven a la sombra de la actividad humana. Seres pequeños que, en gran parte, son invisibles y desarrollan sus historias en rincones y espacios alejados de los lugares de representatividad. Entre ellos, la paloma solitaria en una fuente insignificante o el gato callejero que se recorta en una puerta tapiada con cierto aire de abandono. Pero en el grupo de «otros habitantes» se incorpora también el ser humano más humilde de la urbe, el vagabundo o el barraquista que, en cierta manera, también desarrolla su día a día como ser casi invisible, cuya existencia únicamente es perceptible mediante su rastro (las camas improvisadas en rincones inhóspitos, los refugios, las chabolas, etc.). En todos los casos, el protagonismo que adquieren estos elementos y extraños que interpretan un rol marginal en la gran urbe, sirve para desafiar la mirada del espectador. Sus historias secundarias se equiparan a los relatos hegemónicos.

La exposición recoge cuatro modos de representar la ciudad. Las reflexiones sobre la «modernidad líquida» sirven para conectar a los artistas presentados, quienes conversan sobre la dimensión urbana, los lugares de flujo constante o los rincones marginales en los que el tiempo parece detenerse. Observando sus planteamientos pictóricos en un mismo espacio expositivo se establece un diálogo entre ellos que parece perseguir un mismo objetivo: plasmar la atmósfera de una ciudad que se construye y destruye con celeridad sea por el motivo que sea (del uso al desuso, mediante la destrucción, la guerra o a través la modernización).

El cambio constante de las estructuras urbanas producido por la vida moderna genera un interesante y atractivo resultado estético. En las cuatro firmas, el ser humano ha pasado y se ha ido para a veces volver o, en muchos casos, tan solo ha dejado un rastro, una huella que permanece en el espacio de manera atemporal. En los cuatro artistas se cumple el mismo propósito: retratar lo urbano y sus alteraciones constantes. La inconsistencia de los escenarios que se alteran, se deshacen, se destruyen, se diluyen o son abandonados, logra adoptar una potencia estética que cautiva la mirada del público.

Comisariada por Sergio Fuentes Milà

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