Arena

Greta Chicheri

05.09.2024 - 19.10.2024

AQUÍ ALGO PASÓ DE LARGO, NO EL MISTERIO…

…que es inherente al arte; ni la poesía, ni la emoción, ni el ensueño, ni esa vocación de pintura dormida, que despierta cuando el espectador pone sus ojos sobre su piel. Ni el oro de la arena. Hablo de Greta Chicheri, de su obra, de sus montañas de sombra coronadas de lapislázuli, de sus caballos ungidos de luna y sal, de sus cuerpos al sol; de su serenidad, de su quietud, que respira empatía con la naturaleza; del ambiente silente, oferente, Chicheri.

Intento aflorar esa música de armónica que armonizan sus ocres, en el pop que genera, como el silencio del desierto -¡otra vez la arena!-, natural, sobrio, sencillo, hermoso, exergónico. Hace más de dos lustros que me beneficio de su lisura, con esa capacidad de hacer de las cromías meguez; lejos de estridencias, ocurrencias, exabruptos; fluida, lenta, desnuda, música de jazz, pintada para ser escuchada con los ojos.

En su clamorosa soledad se oye el sol, la lejanía cantando en los ostugos, la luz que siempre llega puntual, cuando se necesita, cumpliendo como el aire su indispensable destino. ¡Casas blancas y palmeras negras, cuerpos de canela, amazonas que cabalgan la brisa, rincones tranquilos para pensar, para ser: síntesis del espacio y del tiempo!

Gallega de nacimiento, madrileña de formación, majorera por voluntad, su nombre es pintura; unida al mar, a las islas, a las playas, lejos del ruido, anclada donde se siente la vida crecer y la sed, que es hija de la lluvia que no sucede. Desde otra isla, clausurada, José Lezama Lima se abrió al mundo para confesarnos que “la poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua”.

Greta Chicheri es ese caracol de coral nocherniego, que de día se mece en la plenitud del mundo y entre tinieblas explora las geometrías del sentimiento y los recovecos de la emoción hasta conseguir que el arte sea cómplice de la sonrisa de las aguas. No necesita más que su disposición natural para expresar la claridad, la inocencia, la decencia y el vuelo del espíritu, que no es un pájaro, pero tiene alas.

Se pinta como se es -no como parece-, o se hacen sucedáneos con la ayuda del oficio. La información puede ser global, el sentir es absolutamente íntimo, subjetivo, personal. Ana Haterly, la exquisita poeta portuguesa, repetía: “O misterio supremo é a claridade” Misterio de la luz que ejerce la jerarquía de las sensaciones y es hija de las sombras.

Cuando no tenía más que futuro, porque acababa de llegar, había que echar mano de los datos referenciales. Tuvo su primera muestra en solitario en 2006 dando ya muestras de entidad, de autoridad, de solercia. Ahora su referencia es esa forma de poetizar las formas, esa manera de registrar sus sensaciones con colores, sus emociones como iconos. Greta Chicheri es una zahorí del orden, que busca no lo imperturbable, sino la melodía de terciopelo que nos sosiega.

Exponer en la Sala Parés, galería más antigua de España, fundada en 1877, es como entrar a un templo griego de la Hélade: vemos columnas, restos, estructura, vestigios, pero sentimos el aura de la historia, de toda una vida vivida a lo largo de los  iglos en un recinto laico donde se congregan la belleza y el sentido, las creencias metafísicas de tantos orbes. Aunque no es la primera vez, la obra de Greta en esta basílica del noucentisme es un soplo de primavera que regenera la tradición  editerránea y sigue aromando el arte de la pintura.

La Sala Parés ha sido testigo de la historia del arte en un largo lapso de tiempo, -ante la atenta mirada de un excelente catador como es Joan Antón Maragall- que ha escrutado y ordenado con rigor el maestro Francesc Miralles. Y esta obra  significante, fresca, que exalta la imaginación y acendra el misterio nos fascina hasta producirnos esa sensación de lejanía donde la luz procrea y todos nos iluminamos clarificándonos.

Para esta décima individual, Chicheri expone acrílicos con  ordina sobre lienzo, que hacen de una forma íntima de vida un arquetipo de sentir universal. El pop no es abstracto, pero no importa aquí tanto lo referencial como el modo de escandir un paisaje, acariciar una epidermis o sentir la soledad constructiva. Un laberinto de sencillez que nos conduce hacia un horizonte mágico, descontaminado, feraz, lene, leve.

Sincretismo desnudo que se torna estilo, manera sintética de expresión. Y limpidez en los volúmenes, en los detalles, en las  amas, como evidente compromiso de esencialidad. El arte no es decoración, sino incentivo; si no golpea el cerebro, como el viento a la arboleda, o no es susurro que canta las sensaciones más íntimas del hombre, no es nada.

Cualquier experimento  en arte bienvenido sea, porque activa el pensamiento y acrecienta el conocimiento. Todo creador está en la obligación de fundar un idiolecto con la materia de su entidad. Pero, claro, no hay arte sin la colaboración del espectador, sin la mirada de otro. Es decir, sin provocar sensaciones estimables, sólo hay erial, espectáculo gratuito, juego inane, filfa. Greta Chicheri, antes que experimentar, expresa, comunica, ordena un cúmulo de sensaciones, que concretan un cosmos, una visión con más facetas que un brillante.

Un lenguaje suyo el suyo, pero con esencias de otras visiones. A veces, sin estar muy claro, siento un perfume lempickesco, un modo que me retrotrae al art decó, como en “La siesta”, el último lienzo pintado para esta convocatoria, pero, uno de los primeros en presentar lo que esta cronista exhibe, lo que la convierte en un ser colorido de lejanías, en un canto que alía la naturaleza y el arte, la vida y una forma de enriquecerla y enriquecernos.

Tomás Paredes
Presidente de Honor, AICA Spain

 

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